Sergey Brin se acaba de abrir un blog personal. Sobre un fondo negro que le da un aire un poco adolescente, el fundador de Google escribe lo mismo que millones de internautas anónimos: aquello que más le preocupa en ese momento. A él, y probablemente a sus inversores. Brin explica en su segundo post que posee la mutación de un gen que está relacionado con el Parkinson, y que sus posibilidades de desarrollar esta enfermedad en algún momento de su futuro van del 20 al 80 por ciento.
La madre del emprendedor ruso padece Parkinson, y aunque son pocas las ocasiones en las que esta enfermedad se transmite de forma hereditaria, la lotería genética quiso que ambos Brin posean la mutación G2019S del gen LRRK2, que determina esos pocos casos. Brin lo descubrió al repasar su test genético. Su mujer, Anne Wojcicki, es cofundadora de 23andme, una de las empresas que están comenzando a popularizar este tipo de análisis de ADN y en la que el propio Google invirtió 3,9 millones de dólares.
Aunque según una experta consultada por el New York Times muchas personas con esa mutación nunca desarrollan la enfermedad, y es "más posible que tenga una vida normal a una vida con Parkinson", Sergey posee datos suficientes como para cambiar su hipotético futuro. Por ejemplo, cuenta en su blog, sabe que hacer ejercicio podrá prevenir su aparición. Pero cuando uno es el 13º americano más rico del mundo puede hacer muchas cosas más para cambiar su destino. Por ejemplo, financiar la investigación contra la enfermedad:
Esto me deja en una posición bastante excepcional. Conozco en un momento temprano de mi vida algo para lo que estoy sustancialmente predispuesto. Ahora tengo la oportunidad de cambiar mi vida para reducir esas posibilidades (por ejemplo, existen evidencias de que el ejercicio puede proteger contra el Parkinson). Además tengo la oportunidad de realizar y apoyar la investigación sobre esta enfermedad mucho antes de que me pueda afectar. Y a pesar de mi propia salud puede ayudar a mi familia y a otras personas
Me siento afortunado de encontrarme en esta posición", continúa el futuro turista espacial de 35 años, que parece haberse tomado de forma excepcionalmente positiva la noticia. "A menos que la fuente de la eterna juventud sea descubierta, todos nosotros sufriremos algunas enfermedades cuando seamos mayores, sólo que no sabemos cuál será. Yo puedo hacerme una idea mejor que casi cualquier otro de qué enfermedad será la mía. Y tengo décadas para prepararme para ello
La confesión de Brin llega justo después de que el tratamiento de la enfermedad de otro grande de la tecnología -Steve Jobs- cuestionara las difusas fronteras entre la intimidad y el derecho de los inversores a conocer el estado de salud del pilar sobre el que se asienta una empresa; algo fundamental para su buena marcha con unas Bolsas cada vez más sensibles y unas empresas tecnológicas cada vez más "personalistas".
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